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Chains of Freedom

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Una guerra que aún no termina

     Estábamos con Pedro en Lima, a mediados de diciembre de 2015, y se nos vencía la visa de turista para transitar por Perú. Decidimos hacer dedo (también conocido como autostop) en dirección sur hasta la frontera con Chile (Arica – Tacna) para salir de Perú y regresar al día siguiente con nuestra visa renovada por otros 90 días y de esta forma continuar nuestra travesía en bicicleta por este inmenso y maravilloso país andino.

     Esta vez dejamos las bicicletas en casa de nuestro amigo y anfitrión “Rulo”, y con la ayuda de algunas amistades juntamos unos soles para aventurarnos a recorrer los 1.200 Kilómetros que nos separaban de la frontera con Chile. Fueron dos días de viaje por caminos increíbles, entre valles, desiertos y montañas, atravesando ciudades emblemáticas como Ica, Nazca, Moquegua y Arequipe. Con la ayuda de unos cuantos camioneros logramos llegar, tramo a tramo, hasta la ciudad fronteriza de Tacna. Eran las 9 de la noche y acabábamos de llegar al terminal de buses de esta ciudad. Después de pelear el precio del boleto durante 30 minutos, porque no nos alcanzaba el dinero, logramos subir al autobús que nos llevaría directamente hasta el puesto de migración.

     Hicimos los trámites correspondientes e ingresamos a Chile por segunda vez. Ya eran más de las 11 de la noche y como no teníamos suficiente dinero decidimos acampar al aire libre cerca del puesto fronterizo y de esta manera regresar a Perú al día siguiente.

     Caminamos unos 1.000 metros desde la frontera, a un lado de la ruta y en absoluta oscuridad, estábamos literalmente en medio del desierto. Una vez distanciados de las oficinas de migración decidimos apartarnos de la carretera, desierto adentro. Mientras caminábamos por la arena podíamos distinguir una gran cantidad de huellas de maquinaria pesada, lo que nos daba la pauta de que estaban trabajando en esa zona. Tras marchar varios minutos bajo un cielo infinito, repleto de estrellas y con luna llena, encontramos una gran zanja que nos serviría para mantenernos a cubierto y armamos nuestra carpa allí mismo.

     La noche era perfecta, no hacía frío, sabíamos que dormiríamos cómodos con la arena como colchón y además teníamos un poco de Wiski para saborear antes de irnos a dormir. Quedamos cautivos por la inmensidad con que se percibe el cielo estrellado en el desierto y Pedro aprovechó ese rato para salir a caminar en la penumbra.

     A las 2:30 de la mañana unos ruidos ensordecedores nos despertaron, se escuchaba muy cerca nuestro y salí de la carpa para investigar; ví unas máquinas muy grandes que estaban trabajando a unos 500 metros de nuestra zona de acampada. Seguimos durmiendo. Al cabo de 1 hora nos despertamos nuevamente, pero esta vez no fueron las máquinas, sino un convoy del ejército chileno que pasaba a toda velocidad a unos 100 metros de nuestra posición. Debo confesar que nos sentimos bastante intimidados por la presencia militar ya que de ser descubiertos estaríamos en serios problemas. Las máquinas siguieron trabajando toda la noche sin parar y aunque nos costó bastante intentamos dormir algunas horas, ya que al día siguiente nos esperaba un largo camino de regreso a Lima.

Se hicieron las 6 de la mañana y ya estábamos despiertos, ansiosos por regresar cuanto antes a Perú para reencontrarnos con nuestros amigos y prontamente continuar la travesía en bicicleta con rumbo Norte.

Desarmamos la carpa rápidamente y el Sol se encargó de recordarnos que estábamos en el desierto más árido del mundo (Atacama). Nos colocamos las mochilas y a los pocos pasos encontramos un cartel de gran tamaño tumbado sobre la arena que decía: “Peligro, campo minado”. Nos quedamos inmóviles, perplejos. Estuvimos mirando el letrero casi sin parpadear durante largos segundos, digiriendo la idea de que acabábamos de pasar la noche en un desierto minado. La imagen de Pedro caminando libremente en la oscuridad persiguiendo estrellas no paraba de acosarme. Luego de eternos segundos en silencio uno de los dos dejó escapar el asombro y la perplejidad por la boca y se escuchó un -: ¡Ja!

En nuestro paso por la universidad leímos, escuchamos y estudiamos en reiteradas ocasiones los sucesos ocurridos durante la llamada Guerra del Pacífico[1] pero ningún libro de texto llegó a estremecernos al extremo como lo hizo la experiencia de dormir en un campo minado. Estos son los vestigios de la desconfianza que la Guerra del Pacífico sembró en estas fronteras y del accionar de gobernantes como Augusto Pinochet que durante su mandato como presidente de Chile (1973 – 1990) colocó más de 150.000 minas antipersonales y antitanque en esta región.

Una vez superado el momento de desconcierto nos miramos y con una leve sonrisa producto del nerviosismo regresamos caminando lentamente, procurando seguir las huellas que habíamos dejado la noche anterior.

[1] Conflicto armado que enfrento a Chile con Perú y Bolivia entre los años 1879 – 1884

No volvimos a hablar del tema hasta que, una vez ingresados a Perú, un camionero nos advirtió del peligro que existe en esa zona fronteriza ya que son frecuentes los accidentes a causa de las detonaciones.

 – Hace 10 días un matrimonio falleció por estacionar su vehículo al costado de la carretera, justo sobre una mina – comentó nuestro nuevo amigo.

También nos explicó que durante las noches el ejército trabaja con maquinaria pesada, la misma que no nos permitió dormir la noche anterior, para llevar a cabo el proceso de desminado que inició Chile desde el año 2002. No dijimos nada, como si esos acontecimientos fueran ajenos a nosotros.

Continuamos nuestro camino a Lima sin mencionar nada al respecto, supongo que producto del desconcierto, asimilando el peligro que realmente significó acampar una espléndida noche de verano y beber un poco de wiski en un desierto minado.

 

Relato extraído del libro Notas de un viaje anunciado. Reflexiones de una aventura en bicicleta por Latinoamérica“, por Fermín Lago Passucci.

10 thoughts on “Una guerra que aún no termina”

  1. Pingback: ¿Cómo organizar tu primer viaje en bicicleta?​​ - Cadenas de Libertad

    1. Thank you very much. We are glad that our humble experience is of help or inspiration to you. Regards

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